Son contados los casos en los que el baterista de una gran banda de rock se ocupa también de cantar y componer. Hay excepciones notorias, entre ellas de la del británico Phil Collins, que debió hacerse cargo de la voz de los Genesis tras la salida de Peter Gabriel, y la del fallecido Grant Hart, mitad creativa de los influyentes Hüsker Dü. En el Río de la Plata, el primer nombre de la lista es el de Javier Martínez, líder de Manal, el power trio que, junto con Almendra y Los Gatos, refundó al rock argentino a fines de la década de 1960.

Un poco antes de conocer a quienes terminarían formando Manal, Martínez, nacido en Berazategui en 1946, había armado otro trío, Los Beatniks, junto con Moris (Mauricio Birabent) y Pajarito Zaguri (Alberto Ramón García), y con ellos en 1966 grabó “Rebelde”, considerado uno de los primeros temas del nuevo rock argentino, en el que hasta entonces predominaban figuras despojadas de agresividad, como las surgidas en torno al Club del Clan, o bandas que hacían versiones de temas en inglés, como, entre muchas otras, Los Secuaces, el cuarteto en el que había debutado Martínez como baterista, Bubblin Awe, donde tocaba el guitarrista Claudio Gabis, y The Seasons, que tenía por bajista a Alejandro Medina.

Gabis, Medina y Martínez confluyeron en una festival beat organizado en 1967 por el Instituto Di Tella, la locación “institucional” desde donde se renovó la música rock (y la cultura) argentina –la otra sería el boliche La Cueva–. Cuando grabaron su disco debut –para el también transformador sello Mandioca y en los estudios TNT, de los ítalouruguayos hermanos Croatto–, los Manal tenían un repertorio consolidado, compuesto mayormente por Martínez. “Jugo de tomate”, “Avellaneda blues” y “Una casa con diez pinos” son considerados temas de referencia para el rock en español, sea por sus letras de denuncia sistémica, por sus incursiones en el blues o, directamente, por el empleo de la lengua materna de los músicos.

“El disco de la bomba”, como se lo conoció cuando apareció en 1970, porque su portada incluía sólo el nombre de la banda y la ilustración de un explosivo, mostraba al trío interesado por registrar la experiencia de vivir en una gran ciudad. Para eso, además de apuntar sus sentidos al entorno industrial, nocturno y desconcertante, direccionaban sus antenas a la canción urbana rioplatense, especialmente al tango y a la música afro. En Montevideo, agrupaciones como El Kinto ya fusionaban candombe y rock, pero, por su lado, Martínez tenía contactos familiares que lo habían acercado a los ritmos uruguayos. En 2019, contó a la revista Lento que su padre y su tío, también percusionistas, visitaban frecuentemente esta orilla para participar en las Llamadas.

En 1971, tras grabar el más sofisticado y a la vez más pesado El león, los Manal entraron en una serie de desavenencias y desagregaciones que se mezclaron, a lo largo de las décadas, con la carrera solista de Martínez. La banda original se rearmó puntualmente en contadas ocasiones (la de 1981 dio el disco Reunión), mientras Martínez se acercaba al jazz, probaba suerte en Europa y batía récords Guinness de ejecución continua de la batería (en 1981 lo hizo por 41 horas, con cinco minutos de parada para comer), entre otras maratones.

El sábado, la familia de Martínez anunció su fallecimiento. Tenía 77 años y estaba en cuidados intensivos desde hacía unos días, tras haber sufrido una caída en su casa.

Medina, su viejo compañero, lo despidió en las redes: “Vuela alto hacia la luz, compañero Javier Martínez. ¡Nos dejaste tus maravillosas canciones y siempre te recordaremos! Mis condolencias a tu flía, fans y amig@s. De mi parte siempre atesoraré tantos momentos que compartimos y la música que creamos juntos”. Antonio Birabent, hijo de Moris, fue categórico: “Javier Martínez. Inventor del blues argentino, murió hoy. Recordaremos su voz, su risa, su humor, su cultura, sus dichos y el swing de sus palos acariciando los tontones”.