La lideresa Moira Millán recuerda en diálogo con la diaria cuando una anciana de su pueblo mapuche le mostró un jardín repleto de flores nativas. “Me dijo que cuando la gente wingka -que no es mapuche- lo veía, ellos le decían que no estaba sembrado con flores, porque sólo estamos acostumbrados a ver las flores europeas. Las flores nativas son consideradas malezas, yuyos, como que son de una escala inferior. La anciana hizo la parábola de que esas flores somos nosotras, las mujeres indígenas. Ahí nació la idea de la rebelión de las flores, de las flores nativas. Las mujeres indígenas somos esas flores que incomodan, somos vistas como malezas que crecemos de a montones, a pesar de que nos cortan y nos intentan exterminar”, dice.

De este relato surge el nombre del documental dirigido por María Laura Vásquez y que tiene a Moira como una de sus protagonistas. La historia se centra en un hecho que tuvo lugar en octubre de 2019, cuando un grupo de mujeres indígenas autoconvocadas de territorios en conflicto ocuparon pacíficamente el Ministerio del Interior argentino durante 11 días, reclamando el final del terricidio en sus comunidades y nuevas formas de habitar la tierra. Si bien se estrenó en 2022, este miércoles se presentará en el salón Luisa Cuesta de la Facultad de Ciencias Sociales a las 19.00. Allí estará presente la directora y se generará un debate. A su vez, el evento se replicará el viernes en La Paloma, Rocha, en Casa del Mar, también a las 19.00. Las actividades fueron organizadas por la Red Temática de Medio Ambiente de la Universidad de la República bajo el nombre “Cine para el buen vivir”.

Moira expresa que la ocupación de la sede de la cartera fue una forma de posicionarse “contra el terricidio de manera categórica, con todo lo que inscribe en la historicidad de la relación del Estado con nuestros pueblos”. “Ha sido uno de los estamento del Estado donde se ha planificado nuestro exterminio, donde se ha planificado el reduccionismo territorial, donde se han elaborado las políticas que luego se ejecutarían en los distintos territorios indígenas; entonces también simbólicamente era muy importante ocuparlo”, señala. Enseguida suma que “el ministro era uno de los herederos de las familias patricias que se llenaron de dinero a partir del robo de nuestros territorios, además del tráfico de personas, porque eran esclavistas”.

Al ser consultada sobre la situación actual de su comunidad, Moira apunta que el gobierno es “terriblemente misógino, racista”, que “hace del odio una política” y que “la están pasando muy mal, con nuestras comunidades militarizadas, persecución, órdenes de desalojo por todos lados, presos políticos mapuches”. En la misma línea, María Laura Vásquez afirma que el documental pudo terminarse gracias al apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y se refirió a la situación que vive el organismo en su país y las implicancias: “Son películas que no van a poder existir ahora con el desfinanciamiento bestial y el cierre casi total de las vías de financiamiento de cine independiente que tenía el INCAA y que en este momento están siendo destruidas. Estamos viviendo un ensañamiento contra la cultura, específicamente con el cine, porque saben el poder que tiene. Es totalmente irracional y netamente ideológico, porque no hay ninguna razón económica. Es muy doloroso”.

Moira se define como weichafe, que quiere decir guerrera. “Tengo pewma, sueños, que me traen imágenes de luchas, de lo que debo hacer, cómo debo andar. La ocupación del Ministerio del Interior la soñé. Me vino la visión de que había que hacer esa acción y dónde, el edificio, y todo lo que iba a pasar. Lo vi en mis sueños, creo que mis ancestros y ancestras me hablan desde muy chiquita. Por eso desde los 18 años estoy en la lucha y crear el Movimiento Mujeres Indígenas también fue parte de un sueño que tuve. Cuando se lo transmití a mis hermanas, todas se sintieron movilizadas, creyeron en ese sueño y se decidieron a estar ahí”, menciona.

El proceso del documental

La referente mapuche cuenta que para el documental, junto con Vásquez, hicieron “un trabajo de guion conjunto, colaborativo, donde fuimos diciendo qué nos parecía, por dónde tenía que estructurarse la línea narrativa del documental, en lo que queríamos dar más énfasis y cómo poner ese énfasis en la historia”. Indica que hubo “mucho debate, mucha participación”, y que se logró “una construcción colectiva”. Destaca que la directora fue “muy receptiva” y logró que La rebelión de las flores fuera una “nítida y clara visión de nuestro mundo desde nosotras”.

Como ejemplo de los intercambios, relata: “En algún momento de la ocupación se vio una situación bastante triste de cómo las hermanas discutían y se resquebrajaba la unidad en la ocupación por la comida. Me pregunta Laura: ¿qué hacemos con esto, lo ponemos? Yo le dije que sí, tenemos que ser verdaderas y poner esa imagen. Muestra que no existe en la construcción de la lucha por mejores mundos posibles héroes y heroínas perfectas, sin ningún tipo de debilidades. Al igual que hemos dejado de creer en las princesas, debemos dejar de creer en las heroínas. Somos nosotras, mujeres normales con defectos y virtudes, también atravesadas por la colonialidad, la pobreza, el desespero. En la lucha estamos para subsanar, repararnos, reconstruirnos”.

Vásquez plantea que cuando conoció a las mujeres y empezó a generar un vínculo “no tenía muy claro por dónde llevar la película”. “Me interesaba compartir con Moira, aprender de ella y de las otras hermanas. Fui registrando algunas cosas importantes, hasta que sucedió la ocupación del Ministerio del Interior. Les pedí permiso para grabar, me lo dieron, estuve con ellas y me di cuenta de que la película tenía que ser este hecho. Para ser un hecho histórico tan relevante, como es la ocupación del Ministerio del Interior en cualquier parte del mundo, hecho por 20 mujeres indígenas, casi no tuvo relevancia mediática. Fue totalmente invisibilizado en Argentina”, apunta.

Dice que a lo largo del documental intentó “disolver” el yo, en el sentido de que lo más importante era “el rol de transformación o de interpelación político-social” de la película. “Obviamente no es que soy objetiva ni mucho menos, pero hice un trabajo de acallamiento para saber qué es lo que ellas sentían y tratar de transmitir lo mejor posible lo que ellas estaban viviendo y sintiendo”, agrega. También cuenta que la repercusión internacional ha sido “asombrosa”. “No me la esperaba, entró en 35 festivales, ganó un montón de premios. También es una película que convoca muchísimo público. La verdad, estamos contentos de que la palabra de las hermanas se pueda extender lo más lejos posible y se logre una interpelación hacia la blanquitud en general”, finaliza.